Cuando lloré en el juego

Nunca quise escribir sobre juegos. Quise escribir sobre cómo la soledad aprende a hablar en binario. A las 2 a.m., solo, el resplandor de la pantalla sonaba como tambores de carnaval que no toqué desde niño. El juego no estaba trucado; era un espejo. Cada giro era un pulso de ausencia. No hubo premio, solo el peso de la espera. Jugué porque sentía verdad, no porque pagaba. Las animaciones no eran llamativas; eran elegías en luz morada. Cuando el gallo virtual batió sus alas y desapareció, no celebré… lloré.